C R I T I C A
ÚLTIMO DESEO

Inicialmente un proyecto de coproducción con USA que sería dirigido por Vicente Aranda, finalmente éste figurará sólo entre los guionistas pasando el trabajo de dirección a manos del reputado Klimovsky, que contará con una buena nómina de actores y actrices clásicos de la etapa dorada del fantaterror nacional: Paul Naschy, en su última colaboracion con este director, María Pershy, Ricardo Palacios o Antonio Mayans. Pese a ello, el resultado, un film en la onda apocalíptica y de desastres nucleares que invade el panorama del fantaterror internacional a finales de los 60 y primeros 70 a raiz de las interesantes aportaciones de G. A. Romero, es muy discreto. La trama reúne a un grupo de potentados, dos afamados médicos, un enigmático profesor (Alberto de Mendoza), un diplomático de una delegación, ¿comunista?, y a un personaje sin escrúpulos de turbios negocios, que interpreta un algo histriónico Naschy en uno de sus papeles menos memorables, por la parte masculina y a un grupo de mujeres de vida fácil, entre ellas Teresa Gimpera y Nadiuska, para pasar un hedonista fin de semana en una apartada mansión que no parece estar en España más bien Francia pese a que a la llegada de los personajes a la estación de ferrocarril la cámara nos señala claramente que la mismísima Renfe ha hecho su aportación logística al rodaje, si bien el film se rodó enteramente en diversas localidades de Madrid. Pues bien, decía que la especial reunión no tiene más propósito que rememorar una velada luctuosa y orgiástica en honor del mismísimo Sade. Pero será su último deseo ya que como oportunamente señalan Adolfo Camilo y Luis Vigil, lo “que comienza como Salo, continúa como El día de los trífidos, culmina como La noche de los muertos vivientes y acaba como La gran evasión” (1), con final variante no-happy end diría yo. La consabida explosión nuclear que vuelve extremadamente belicosos a los lugareños, si bien más parecen indigentes sacados de un film de Buñuel que zombis decentes, y el acoso a que someten a la casa, no depara más que escenas y chirriantes diálogos que bordean el límite entre el bochorno y lo risible. Ni siquiera el socorrido gore que en algunos casos puede salvar estas mediocres producciones arregla la función. Y habrá quien busque moraleja con moralina para el trágico desenlace: todo por una juerga.

Calificación: 3/10.

(1) Adolfo Camilo y Luis Vigil, capítulo de Filmografía de “Paul Naschy. Memorias de un hombre lobo”, 1997, Alberto Santos editor.

G.R.
 

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Paul Naschy y Alberto de Mendoza

 


La película adolece de buenos momentos horrendos
 


Fotograma de la parte final de un muy discreto film (el número 31 aproximadamente, según mis cuentas) de la última etapa del director Klimovsky